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Andrés Selpa

Del capítulo
"Historias alrededor del Ring"

No hay compromiso más grande para el entrevistador que el

laconismo del entrevistado. La pregunta a un político da pie para una

exposición, si no prolongada en exceso, lo suficientemente amplia,

lo suficientemente detallada, como para dar pie a otra pregunta, y

se hace un diálogo fluido. El laconismo, la respuesta cortante, pone

en el compromiso de aparecer como un charlatán de feria a quien

pregunta permanentemente y tras la respuesta rápida, excesivamente

concreta, volver a insistir con su verborragia. Pero también hay

situaciones en las que la contundencia en las respuestas puede llegar

a inhibir y a acelerar la finalización de una entrevista.

Un personaje, carismático en definitiva, porque despertó más

simpatías que resistencias –por lo menos en nuestra ciudad— fue

Andrés Antonio Selpa58. De Bragado, no porteño, como él mismo

se encargó de aclarar a manera de despedida a quienes estábamos

ocupando el camarín después de su debut en Mar del Plata, cuando

apareció como un ignoto pupilo de Angel Sotillo, un peso pesado

después convertido en manager, que lo había acompañado inclusive

–previo a su presentación en nuestra ciudad— por una prolongada y

desconocida campaña en territorio paraguayo. En la programación

se había anunciado como porteño, y se encargó, después de haber

dejado una buena impresión durante el combate, de aclarar su

condición de hombre nacido en los pagos de Enrique P. Maroni.59

- De Bragado. No porteño.

 

 

Acababa de enfrentar, que vueltas que tiene la vida, a Ubaldo

Francisco Sacco, que por entonces estaba realizando sus primeras

incursiones en el terreno profesional, y con quien había empatado el

combate, que sobre el final había mostrado una peligrosa reacción

por parte de Selpa, que de cualquier manera no le alcanzó para

establecer diferencias.

Pocos días después, en el Salón de los Deportes de Bahía Blanca,

Andrés Selpa se presentaba frente a Antonio Cuevas, y todos

pensamos que era un paso más de un mediano como el Gallego

marplatense que había encontrado en su difícil camino el escollo

enorme de dos figuras gigantescas como Rafael Merentino y Eduardo

Lausse, pero que estaba considerado entre los mejores dentro del

segundo grupo de medianos.

La sorpresa fue muy grande, porque el triunfo le correspondió a

Selpa por puntos. En el diario La Mañana minimizamos la derrota

con un pequeño recuadro que daba el resultado, simplemente. Yo

tomaba franco los días martes. De cualquier manera, llegué al diario

a última hora (¿y si no con quien iba a salir, si no era con los amigos

que estaban trabajando el martes?) y me informaron sobre la visita

que hizo un verborrágico parlanchín, así calificaron a Andrés Selpa,

para quejarse por la poca difusión de ese resultado que le había

favorecido. Se le aclaró que no habíamos presenciado la pelea, y él

también hizo su propia aclaración, mucho más fundamentada.

- La importancia de la derrota de Cuevas en Bahía Blanca

hubiera sido motivo para que ustedes llamaran por teléfono, se

contactaran con un colega de Bahía Blanca y que él opinara

sobre la pelea donde había perdido el crédito de ustedes

Y ahí se explayó, parece, diciendo que iba a ganar el título

marplatense, se lo iba a dar a Tito Yanni y se iba a dirigir después a

Estados Unidos para vencer nada menos que a Sugar Ray Robinson,

que por entonces era La Maravilla (primero entre los medio medianos

y después entre los medianos, fue una de las figuras cumbre a través

de toda la historia del boxeo mundial).

Esas disparatadas declaraciones fueron reproducidas textualmente,

lo que provocó una airada reacción, desfavorable, en parte del

ambiente boxístico, que después poco a poco fue ganando Selpa

con su simpatía, su espontaneidad, y por sobre todas las cosas con

muchos resultados favorables, que culminaron después de otra feliz

intervención en Bahía Blanca, nada menos que ante el campeón

argentino y sudamericano Eduardo Jorge Lausse, que venía de

realizar en 1955 una campaña excepcional en Estados Unidos. Eso

provocó la posibilidad de combatir con el título en juego, y el logro

de ambas coronas por parte de Selpa, porque –lesionado en dos de

sus costillas— Eduardo Lausse se vio obligado a abandonar, ya en

el decimotercer round. Selpa se consagró campeón, para dar lugar

después a una serie de situaciones encontradas que no aportaron para

que ganara en popularidad y sí para crear un antagonismo evidente

con el gran público porteño, que se extendería a gran parte del país.

Aquella pelea era importante también para Selpa y para el ambiente

boxístico marplatense y antes del combate lo citamos a la emisora,

Radio Mar del Plata, y otra vez –como en algunos casos se había dado

antes— hacemos el introito pretendidamente con una alusión a la

necesidad de preservar las normas estrictas que deben conducir a un

boxeador en búsqueda de una buena preparación ante compromisos

importantes. En otras oportunidades pudimos redondear la opinión,

pero en ésta fuimos interrumpidos muy correctamente por un Andrés

Selpa que nos dijo:

- Me voy a permitir interrumpirlo, Mario, recordándole

palabras de un prócer argentino que dijo ‘no me aconsejes,

que sé equivocarme solo’.

Ante esa terminante advertencia, había que levantar los brazos —

hablando boxísticamente— para que el árbitro no siguiera la cuenta,

porque quedé un poco sentido. De cualquier forma retomé el hilo

con la misma temática, lo que provocó una nueva intervención de

mi interlocutor, con la sonrisa esa estereotipada que arrugaba todo

su rostro, un rostro que tenía la virtud de una piel muy dura. Yo

invitaría a que alguien recordara un corte en alguno de los tremendos

choques que tuvo en su dilatada campaña; eso parecía responder a

sus condiciones de aborigen, cuando se arrogaba la condición de

Cacique de Bragado. Me volvió a interrumpir para decirme:

- Tenga en cuenta una cosa, Mario. Siempre ha sido norma en

mí: mis prejuicios terminan donde comienzan mis gustos.

Entonces, yo ya no sabía si conectar con Radio Nacional como

se estilaba en ciertas circunstancias, o pedir un aplauso. Pero de

cualquier manera, como uno también tiene espíritu competitivo (no

sobre el ring) y además es un poco tramposo en la discusión, retomé

contacto con el micrófono para decir:

- Bueno, esas afirmaciones categóricas son propias de quien

luce sobre el ring el pantalón blanco de campeón argentino y

sudamericano. Y yo recuerdo que en una pelea importantísima,

nada menos que ante Antonio Cuevas, con quien combatió varias

veces, lo encontré el sábado a mediodía, a pocas horas de la

pelea, y al hacerle referencia a la proximidad del compromiso

me dijo ‘voy a ganar por knock out en forma categórica’.

Y entonces me vuelve a interrumpir para decirme:

- Fue cuando le gané por knock out…

… y menciona el roud. Y es entonces cuando yo interrumpo para

decirle:

- No. Esa noche Antonio Cuevas le ganó por puntos.

Y mandé cortina musical. Que forma parte de las trampas a las que

puede apelar un cronista en apuros.

***

Es difícil establecer puntualmente el recuerdo más indeleble que puede
tener uno de Andrés Antonio Selpa. Tuvo gestos notables, como la
celebración del cumpleaños de sus caciquitos, dos mellizos. Hasta
en eso provocaba reacciones populares. En la celebración de uno de
los cumpleaños fue liberar para todos los chicos la puerta de acceso
del Estadio Bristol, donde hizo una fiesta para todos los que quisieran
participar, siendo pequeños. Es decir, un gesto realmente enternecedor.
Y otras veces con complicaciones que no es del caso explicar, ni mucho
menos incursionar en terrenos que no son los estrictamente vinculados
con su condición de deportista, que es como lo juzgamos. Pero, de
cualquier forma, yo recuerdo que habiendo combatido con Tito Yanni
exponiendo su título de campeón y habiendo obtenido una victoria
antes de las vueltas estipuladas, volvió a presentarse dos semanas
después, el 21 de diciembre de 1957, enfrentando a un santafesino que
pegaba muy duro, Ramón Perelló, y gana por KO en el segundo round.
Y, como siempre, va el grupo habitual a presentar su salutación por lo
cumplido, al camarín. Cuando llegué ya estaba subido a la mesa de
masajes, terminando de secarse. Entonces, a manera de expresión que
abarca a todos los presentes, dice:
- Andresito Selpa hace cosas que no hace nadie.
Y como la afirmación la hizo dirigiendo la mirada hacia mí, yo le dije:
- Vos hacés cosas que no tenés que hacer, y no hacés cosas que
tendrías que hacer.
Con lo cual habré pasado a la historia como una de las frases célebres
que uno no sabe para qué las dijo. Pero no importa. El caso es que
abandonamos después el camarín, y nos quedamos charlando en ese
refugio de sabihondos y suicidas, diría el poeta, que era la parte del
Especial donde había infinidad de cultores del boxeo, muchos de ellos
rosarinos, que conocían en profundidad y que frecuentaban mucho el
Estadio Bristol, porque por esos años era habitual la presentación en
Mar del Plata de boxeadores de la ciudad santafesina.
Yo me quedo conversando con algunos colegas y gente de ese sector,
cuando irrumpe el grupo encabezado por quien conocíamos como uno
de los padrinos de Selpa y el propio Cacique de Bragado, que anticipa
su llegada acelerando el paso, me toma de uno de los brazos y me invita
a salir de ahí. Y rodeando el sector que separa el ring side de la popular
de la avenida Luro, me lleva hacia un costado ya desposeído de luz
artificial, porque se había retirado el público, y entonces me pregunta:
- ¿Qué quisiste decir con eso que me dijiste?
Le digo:
- Mirá, a nadie escapa que esto fue muy irregular, porque en
el primer round Perelló te hizo sentir una mano y despertó el
entusiasmo de la gente.
Porque había mucha gente que volcaba sus simpatías hacia Tito Yanni,
hacia Antonio Cuevas, y como consecuencia de eso tenían cierta
animosidad para con los intereses de Selpa.
Entonces, realmente me sorprendió porque me dijo:
- ¿Vos no te fijaste lo que yo tenía en el bolso?
- No.
- El martes, o el miércoles, que yo reaparezco por el gimnasio,
Perelló me pidió plata. Entonces, le dije: ‘Mirá, plata no, yo ya
estoy pasado de la próxima pelea (Era costumbre que la empresa
hiciera anticipos a la gente que después le respondía). Pero
podemos hacer, si querés, una pelea. Y te podés ganar unos pesos,
pero ojo que yo no me voy a entrenar’. Y así fue.
Esto provocó mi reacción y le digo:
- Pero peor todavía. La gente se dio cuenta de que en el segundo
round, casi sin existir golpes tu rival fue al piso. Entonces, lo que
pasó en el segundo round…
- Por eso te pregunté si no veías lo que yo llevaba en el bolso.
Llevaba un cuchillo, porque si me llegaba a fallar le cortaba los
brazos.
- Peor todavía. Eso no lo tenés que hacer con nadie, pero si no
le tenías confianza suficiente, mucho menos, porque el problema
se podía haber agravado.
Pero quedó así. Esa pregunta fue un tanto propiciante de otra que hago
yo muchos, muchísimos años después. Esto había ocurrido en el año
57.
Al año siguiente concurrimos con Miguel Alfieri al Luna Park de
Buenos Aires, porque después de haber obtenido el título de campeón
argentino y sudamericano y provocado un alejamiento temporario del
gimnasio de Eduardo Lausse, regresa el zurdo de Lomas del Mirador
y –con todo derecho— se hace en setiembre de 1958 una nueva pelea
en la que no está en juego el título pero que de cualquier manera
era la esperada revancha que, sobre todo el público porteño, estaba
aguardando. Eso motivó que se hiciera una transmisión directa para la
emisora, que fue –entre paréntesis— el día de mayor concurrencia de
público de una manifestación boxística en el Luna Park, superior a los
25 mil espectadores. A tal punto que después de las 19:30 se cerraron las
puertas porque la capacidad del Luna Park estaba totalmente cubierta.
La pelea fue anodina. Comienza con un disgusto muy grande en lo
previo, porque ninguno de los dos se avenía a salir primero, cada uno
exponía sus motivos, pero lo hace Selpa en primer lugar. Y nos dimos
cuenta, no por divisarlo a la salida de la zona de camarines, sino por
una exclamación que se prolongó por un cuarto de hora, y donde a coro
la casi totalidad de las 25 mil personas insultaban con una expresión
soez, totalmente agresiva, la aparición del campeón. Ese HDP de 25
mil personas, en un tramo o que no iba más allá de los 25 ó 30 metros,
demorara más de 5 minutos, porque detenía su marcha cada dos o tres
pasos, paseaba su vista –sonriente siempre— sobre todo el entorno, lo
que provocaba un mayor enardecimiento por parte de la concurrencia, ya
de por sí excesiva, groseramente hostil desde el comienzo. Y entonces,
llega a la escalinata, y en la escalinata vuelve a detenerse, como lo había
hecho repetidas veces durante el itinerario recorrido, y desde ahí sigue
saludando, sonriente, a quienes le manifestaban tanta hostilidad.
La pelea fue un fiasco. Dos primeros rounds donde hay una insinuación
de ataque persistente de Lausse, y después seis rounds totalmente
anodinos que culminan –sobre el final del octavo— con una mano
izquierda colocada por Lausse que despierta, después de largo letargo,
al público otra vez enfervorizado por ver el triunfo de su crédito.
Las dos últimas vueltas, sin ninguna trascendencia, y se declara el
triunfo por puntos de Eduardo Jorge Lausse.
Esto provocó la algarabía del público, que había ido a ver la victoria
del ex campeón, y una reacción insólita de Selpa, desaprobable desde
luego, que pretende ser gráfico y sentándose en el piso, en la lona, hace
seña de que el público no lo vio en la lona, como él sospecha, con no
poco fundamento, que era su deseo.
Le arrojan monedas. Fue un pequeño escandalete, que culminó con
una gravísima sanción reglamentaria: le retiraron los dos títulos, por
inconducta deportiva, a Andrés Antonio Selpa.
Quedó vacante la corona de campeón y lo insólito, lo paradojal, el
contrasentido, reside en que en la nueva ronda selectiva para consagrar
al nuevo campeón, se deja participar a Selpa. ¡Al hombre al que han
desposeído de la corona por inconducta deportiva mal pueden dejarlo
participar con vistas a la reiteración de esos títulos!
Es eliminado, de cualquier manera. Y nosotros quedamos siempre, en
lo que hace al orden estrictamente personal, con una duda tremenda.
Pasaron muchos años. Yo he tenido muchos encuentros con él, ya
residiendo en la capital federal, donde él trabajaba como fotógrafo.
Lo ayudó mucho Héctor Ricardo García, director de Crónica. Andrés
participaba en la obtención de fotografías en espectáculos que se
desarrollaban en Canal 11 y en la vida nocturna porteña, obviamente con
las puertas que le abría su condición de hombre popular por excelencia.
Y en uno de los encuentros, café por medio, yo pronuncié las palabras
que había venido reteniendo durante mucho tiempo, y le pregunté si
él había ido al frente en esa pelea. Es decir, si había expuesto toda su
capacidad en procura del triunfo, como lo había hecho siempre.
Confieso que la respuesta a mí me conmovió. Porque me dijo:


- Si vos me preguntás y querés una respuesta concreta y rápida,
yo te digo que sí, que fui al frente. Si tenés tiempo, y querés conocer
toda la verdad, yo te cuento.


Calculen que esa invitación hecha a alguien ávido por conocer detalles
de una situación que lo mantuvo en la duda y la incertidumbre, en la
sospecha y el rechazo, durante años, era inevitable que acomodara
mi lugar en la silla y escuchara con toda atención. Y me dice que
inmediatamente después de enterarse que retoma el entrenamiento
Eduardo Jorge Lausse, él concurre al gimnasio del Luna Park, sobre
la calle Lavalle, y después de la salutación protocolar provoca una
separación con el Zurdo y le dice que si tenía plena conciencia de lo
que ha significado ese antagonismo que se ha provocado entre ambos.
Y que él cree que puede ser un magnífico combate y un sensacional
negocio para ambos, sobre todo si hacemos un cuarto combate donde
tampoco va a estar en juego el título y gana Lausse. Y entonces sí, con
dos peleas ganadas cada uno, van por una quinta, donde él sí pondría en
juego los dos títulos.


Lausse, por toda respuesta, le dice: “Yo siempre fui y voy a ir al frente”.


- Me faltó pedir los guantes y empezar a las trompadas con él,
por la respuesta que me dio, porque me sentí hasta humillado por
la respuesta. Pero después, fuera del gimnasio y a solas, comencé
a reflexionar qué importancia tenía para mí la actitud de mi rival,
si yo era el que tenía que definir. Y entonces me propuse perder la
tercera pelea y ganar la cuarta. Vos sabés que yo llevo una vida
bastante desordenada, pero ante esa perspectiva, yo no tenía por
qué empeñarme, mi preparación fue más que deficiente.


Y me hizo mención inclusive a excesos nada recomendables. Ningún
exceso es recomendable pero mucho menos ese, no en soledad
precisamente, y no con una dieta recomendable. A punto tal, me
recuerda –cosa que yo no tenía presente— que el pesaje había sido
convocado para las 11 y por haberse quedado hasta pasado mediodía en
la habitación del hotel que no ocupaba en soledad, llegó a la 1, por lo
que el pesaje se realizó con una prolongada demora.
- Pero cuando hago mi aparición para ir hacia el ring y escucho
lo que me decían 25 mil personas que tenían tan grande el cariño
hacia él como el odio hacia mí, pensé: ‘se lo mato y se lo tiro’. Subí
la escalerilla pensando eso, y empecé la pelea con esa obsesión,
porque me tenía fe por las peleas anteriores, ‘lo destrozo y se lo
tiro al público’. Pero estaba totalmente vacío, no tenía ninguna
reserva física y estaba pésimamente preparado. Entonces quería
hacer y no hacía. Mi obsesión final fue mantenerme en pie, no ya
pretender la victoria. Entonces, por eso te digo: ¿yo fui al frente?
Sí, fui al frente, pero me preparé para perder.
Y gravitó mucho más esa serie de excesos, esos desbordes, ese incontrol
a los que era muy afecto, que el deseo de vengarse de la hostilidad que
habían demostrado esas 25 mil personas.


***


Inspira mucho respeto la actitud que en términos generales adopta
aquel que ha optado por el boxeo como disciplina deportiva. Suele
decirse, a modo de justificación de algunos excesos o infracciones, que
el deportista en competencia no tiene un dominio total de su situación
anímica y que por eso en muchas oportunidades desborda y comete
infracciones, en algunos casos desconociendo elementales normas de
convivencia, con insultos, agresión física, o la premeditación en algunos
casos, para devolver gentilezas.
En ese aspecto, siempre me ha inspirado muchísimo respeto la
subordinación incondicional que tiene el boxeador por las reglas que
determinan su conducta sobre un ring. Se habla de 180 pulsaciones. Sí,
es verdad, el deportista tiene que, en esos momentos, tener una plena
conciencia de muchas cosas para poder obrar correctamente. Pero no
son las 180 pulsaciones las que determinan su actitud. Es la plena
conciencia que va incorporando en su lista larga de obligaciones. De
la misma manera que automatiza determinados golpes en la seguridad
de que dos envíos con la izquierda a la zona hepática del adversario
provocarán por lo menos una preocupación para cuidar ese sector y es
entonces cuando habrá que aprovechar, mecanizando los movimientos,
para lanzar el cross de derecha que busca la zona alta.
El boxeador es depositario de un reglamento que le determina las zonas
total y absolutamente prohibidas del cuerpo del rival, y en la forma
en que puede llegar con sus impactos. Y en casos extremos han sido
conmovedores, impactantes, los ejemplos de subordinación a ese apego
reglamentario que tiene la competencia. Hemos visto desplomarse sin
sentido a quien ha sido apabullado por los golpes del rival, pero hasta el
último de esos envíos ha tratado de ser controlado lícitamente. Nunca una
respuesta que pueda cuestionarse. Creo que hasta entenderíamos como
natural levantar una de las rodillas o apelar al golpe bajo. Son cosas
que se respetan porque se respeta la forma en que se ha reglamentado
la actividad que desarrollan. Y no creemos que las revoluciones por
minuto tengan influencia alguna en ese aspecto.
En ese sentido, yo he asistido a través de la pantalla chica a una
demostración admirable de cumplimiento del reglamento, y hasta he
sugerido a quien pueda tener condición de recepción de lo que uno
afirma, que traten de observar el video que reproduce el enfrentamiento
entre Archie Moore, campeón mundial de los medio pesados, y Rocky
Marciano, que ostentó como a través de toda su carrera como campeón,
la condición de invicto, pero que como en otras ocasiones había caído
por desordenado, por descubierto en un ataque excesivamente frontal,
en el primer round, tocado con justeza y precisión técnica por Archie
Moore. Pero Rocky Marciano que sigue fogosamente, de acuerdo con
sus características, y llega un momento en el que descarga tantos golpes
que abruman a quien era reconocido como poseedor de las más grandes
aptitudes técnicas dentro de la categoría. Archie Moore apela a todos
sus recursos. Pero a todos sus recursos lícitos: bloqueo, sin trabar en
demasía, ni siquiera incurrir en esa comprensible infracción que demora
o posterga, suspendiendo momentáneamente el castigo. Archie Moore
sucumbe después de diez rounds luego de haber recibido un castigo
despiadado, después de haber mantenido una fidelidad tan asombrosa
como estéril a una reglamentación de la disciplina que ha abrazado. 
Por eso, con la misma sensatez que hemos escuchado algunas
respuestas, por ejemplo la que nos dio una vez el Chato Flores, figura
de elevada técnica y preciso contragolpe de derecha. Le reprochábamos
que ya no empleaba ese golpe, tan eficaz a punto tal que con él envió
a la lona, temporariamente al menos, al mismísimo campeón de la 
categoría. La respuesta fue, preñada de sinceridad: porque temo el
encontronazo; para contragolpear tengo que afirmarme, y si afirmado
recibo el golpe del rival me doy cuenta que lo siento. Es por eso que
son mas espaciadas mis réplicas aunque hayan sido siempre un arma
importante en mi carrera.
Es decir, la forma de encarar una actividad tiene muchos matices, pero
pocas como en el boxeador. Además, rodeada de una autenticidad
total, que no es privativa pero que no aparece en otras disciplinas. Hay
actitudes llenas de obediencia y subordinación a lo reglamentado. El
boxeo, en ese aspecto, dentro de su rudeza, de su condición primaria,
elemental, nos da un ejemplo.

MARIO TRUCCO               

El Deporte y la Vida         

Récord profesional de Andrés Antonio Selpa (Bragado, 17/1/32 — Buenos Aires, 23/1/2003). 136 peleas ganadas (80 por KO), 51 perdidas, 30 empates

Enrique Pedro Maroni (1887/1957), periodista, poeta, escritor y locutor nacido en Bragado, compuso un
centenar de tangos y valses, y colaboró con Pascual Contursi en una letra de La Cumparsita

 Rocky Marciano ganó por KO10 a Archie Moore el 21/9/55 en el Yankee Stadium de Nueva York.

 

Oscar Flores (Mendoza, 12/10/25) fue campeón argentino de boxeo amateur en peso gallo. Comoprofesional ganó 55, empató 25 y perdió 24. Murió en Trelew.

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