
LOS LIBROS DE
MARIO TRUCCO

El 55
Los trágicos acontecimientos vividos en junio de 1955 en la Plaza de Mayo tuvieron cierta repercusión en Mar del Plata con la detención de supuestos militantes comunistas –uno de ellos me honró con su amistad- pero, al igual que en el resto del país, no provocaron otra angustia que la emanada de las noticias procedentes de la capital federal durante toda ese jornada del 16 de junio, anunciando el bombardeo de la Plaza de Mayo.
De todas formas, relegó a un distante segundo plano un acontecimiento que, sí, había conmovido y sobre el cual se expusieron distintas posiciones, identificadas con la pasión o el odio que inspirara la situación política de esos días y un irreconciliable antagonismo.
La misma prensa marplatense no fue coincidente al juzgar los hechos.
En el Hogar Unzué, que había pasado a depender de la Dirección Nacional de Asistencia Social al cancelársele la personería jurídica a la Sociedad de Beneficencia de la capital, se produjeron graves disturbios cuando se intentó desalojar a las Hermanas Franciscanas Misioneras de María, encargadas de la formación de las pupilas, y reemplazarlas por celadoras y educadoras especializadas dependientes de la mencionada Dirección.
Hubo escenas conmovedoras cuando las religiosas se negaron a cumplir esa disposición, reclamando y encontrando apoyo en las alumnas, 360 en total. La gravedad de los acontecimientos motivó titulares espectaculares, y notas editoriales. La Mañana, identificada con el peronismo, censuraba duramente a las religiosas reprochándoles irascibilidad y obstinación. La Capital recordaba los cambios de metodología en el tratamiento de los niños desamparados, admitiendo la necesidad de un aggiornamiento.
La medida se concretó, de todas maneras, creando un clima de nerviosidad en las esferas vinculadas con la educación. El diario decano dedicó su editorial a ese tema. La Mañana daba amplio apoyo a las nuevas autoridades. Los anuncios procedentes de la capital federal, próximo el mediodía, postergaron las rencillas locales. La gravedad de la situación derivó la atención, preocupación y angustia hacia otros terrenos. (En 1969, la comunidad de Hermanas Franciscanas Misioneras de María presentó su renuncia y a partir del mes de noviembre de ese año, tras 58 años de permanencia, dejaron de circular los hábitos por aulas, talleres y pasillos).
Un prestigioso, querido colega, Don Félix de Ayesa, historió el Instituto Saturnino Unzué, dejando importante documentación.
Nunca la ciudad mostró el agobio de aquel amanecer de setiembre, el día de mayor angustia, incertidumbre y pánico de cuantas situaciones conmovedoras haya vivido la ciudad, precedido por una noche alarmante, brumosa, cargada de nubes y presagios. La ciudad iba a ser bombardeada.
Antes que amaneciera, comenzó el aconsejado éxodo. Sin rumbo. Con lo imprescindible. Buscando el campo abierto. Alejándose de una ciudad ya trepidante, recibiendo la metralla.
Ese día comprendimos como nunca la tragedia que engendra la lucha fratricida.
Alertada por permanentes emisiones radiales difundidas durante la noche, la población tenía conciencia de una inminente acción a cargo de las naves que se aproximaban a nuestras costas y desde las cuales, algunos de los jefes del movimiento seguían los acontecimientos que se vivían en otros puntos clave: Córdoba, Corrientes…
Como en noches anteriores, en el diario oficialista La Mañana, situado en San Luis 1630, frente a la Plaza San Martín, un grupo de periodistas cubría la posible necesidad de una salida extra, sobre la marcha de los acontecimientos.
La noche del 18 de setiembre, oscura y amenazante, invadió a la ciudad de sombras y temores. Ese día, el titular principal hacía referencia a operaciones de limpieza en Córdoba, ilustradas las notas con gráficos que señalaban la situación en cada uno de los focos, aparentemente dominados.
La movilización comenzó a ofrecer un aspecto desconocido a la zona costera. Familias enteras, portando valijas donde obviamente se evitaba lo prescindible, comenzaron a transitar poniendo distancia con las aguas, desde donde se esperaba que llegaría la metralla.
Desconcierto, temor, angustia. Afloraba en cada mirada que interrogaba. Todas las respuestas eran inciertas.
A las 6.30 salimos con un fotógrafo –Mario Bisceglia Etchemendi- para viajar en una Siambretta hasta el Puerto. La pronunciada niebla impedía toda visibilidad. Al descender la curva que conduce a la Base Naval, tres camiones de la Municipalidad atravesados en el camino impedían proseguir la marcha. El silencio era total y no había señal de presencias humanas. Se hablaba de hombres apostados en los links.
Emprendimos el regreso. A la altura de Cabo Corrientes era posible divisar naves que, en apariencia y para nuestra ignorancia, marchaban hacia el sur.
Pasadas las 7 llegamos al diario donde se habían reunido algunas personas mayores que interrogaban con ansiedad. Por primera vez se detectó un sonido extraño, apagado y pronunciado. Pretendimos calmar a una anciana diciéndole que se trataba de un trueno, cuando advertimos que las persianas del Bar y Restaurante Germinal vibraban como consecuencia de una onda expansiva provocada por los primeros envíos del 9 de Julio.
Cubiertas las seis cuadras que nos separaban de la costa, desde el Club Mar del Plata observábamos el paso de las naves y escuchábamos sistemáticos disparos, pero sin que pudiéramos evaluar los resultados.
Ya pasada media mañana, abandonamos el diario y junto con el fotógrafo –que vivía a cien metros de la Estación Norte- marchamos a casa. Se hablaba de un ataque a la estación ferroviaria y no fue necesario insistir para que siguiéramos juntos.
Cuando comíamos, se escuchaba de fondo, casi acompasadamente, el estallido de los cañones navales. En el mismo momento de acostarnos, se hicieron mucho más breves los intervalos entre disparo y disparo.
El blanco era entonces la Escuela Antiaérea de Camet. La gente seguía transitando por la banquina de la avenida Luro, todavía angosta, alejándose de la costa, llevando en sus valijas desconcierto y angustia. El ataque a las instalaciones de YPF en el Puerto precipitó los acontecimientos.
En circunstancias extremas, difícil resulta prever las actitudes humanas. Se desprenden miserias y gestos de grandeza. Comprobamos la dignidad y convicción de Carlos Cayetano Alonso –mencionado páginas atrás- manifestando su condición de peronista ante la toma del diario donde era secretario de redacción, o aquel conductor que encabezando las manifestaciones que incendiaron varios chalets olvidó que había cedido su propiedad para instalar una Unidad Básica.