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CORAZÓN Y PASES LARGOS

Tapa Mario Trucco El deporte y la vida.j

Estaba en un hotel de Montevideo formando el grupo que se aprestaba a una prueba muy dura, con la incorporación al equipo de la Cabalgata Deportiva Gillette en LR3 Radio Belgrano de la figura de mayor prestigio en el relato deportivo de esos años, Fioravanti, y al mismo tiempo la participación de la selección argentina en el siempre trascendente certamen sudamericano[1] y fue cuando recibí con sorpresa, porque no aguardaba ninguna correspondencia, un telegrama procedente de Mar del Plata. Con la síntesis que caracteriza a la comunicación telegráfica, decía:

CORAZON Y PASES LARGOS. MUCHACHOS DEL INFORMATIVO.

Y lo firmaba el jefe de esa sección donde yo me desenvolvía, en LU9 Radio Mar del Plata, Horacio Tarifeño. Ahí tuve ya realmente exacta medida de no estar trabajando en soledad, mucho menos en orfandad, y que detrás se daban muchas cosas pendientes de lo que me podría ocurrir a mí. Y al mismo tiempo también sintiéndome apoyado por esa manifiesta adhesión que todo el ambiente deportivo deposita en aquel que lo representa en cualquiera de sus facetas, como actor o simplemente como intermediario, apuntalándolo con su estímulo y con la íntima satisfacción de poder compartir la alegría de un trabajo decoroso. Eso fue muy importante porque significaba también una expresión solidaria de parte de quienes me conocían íntimamente en función de trabajo, donde habíamos formado un espíritu de cuerpo realmente encomiable y donde yo resultaba con frecuencia el mayor de los beneficiados porque fui reemplazado permanentemente por algún compañero en las frecuentes salidas, no ya de la ciudad sino hasta del país, en cumplimiento de esa tarea que me abría interesantes perspectivas y que deseaba fervorosamente poder aprovechar.

Siempre me intrigó la redacción de ese telegrama: corazón y pases largos. Porque la exigencia mínima de quien se puede considerar un buen degustador del fútbol es la entrega corta, asegurada y vistosa. Pero creo que había algo de desesperada búsqueda en la redacción de ese telegrama y en ese breve corazón y pases largos. Es precisamente la imperiosa necesidad de alejar al máximo la posibilidad del fracaso, poner distancia entre lo que uno está defendiendo y esa herramienta por la que luchan los veintidós participantes. Claro, ya llegaría el tiempo de pretender corazón y pases cortos. Lo importante en esa jornada inicial de 1967 en el legendario Estadio  Centenario era no perder, y ya con eso era para darse por conforme, tanta era la responsabilidad que cargábamos sobre nuestras espaldas. No sé si con el tiempo alguien habrá considerado que yo estaba en condiciones de responder al otro imperativo: corazón y pases cortos, pero de cualquier manera mantengo permanentemente presente esa advertencia hecha a la distancia a través del contacto cablegráfico, de corazón y pases largos. El peligro de fracasar, lo más lejos posible. Después, si se puede adornar con mayor o menor brillo una frase, recurrir a lo elíptico, a la paradoja, a la reflexión, a la pretendida interpretación profunda, eso ya forma parte de todo lo que significa el futbol atildado representado por el pase corto

Si la decisión de la Cabalgata significaba un respaldo a una tarea que había sido precedida por una sola temporada en radios capitalinas, evidentemente lo que le daba estricta nitidez a la enorme responsabilidad que significaba mi designación estaba dada por el  prestigio de quien sería el conductor y al mismo tiempo por la incertidumbre que me invadía acerca de cuál podría ser la recepción y hasta el cobijo que podría partir de quien era considerado El Gran Relator del país, que resultaba para mí un ícono y ante quien yo era totalmente desconocido. No pude experimentar una satisfacción más grata en la forma en que fui recibido  por parte de esa expresión de fineza en el uso del vocabulario que durante muchos años había deslumbrado las transmisiones de las que uno participaba en condición de integrante de uno de tantos hogares argentinos que recibían por radiofonía la información más directa de la actividad futbolística. Todo, absolutamente todo fue grato permanentemente, en varios días previos al campeonato que compartimos en las playas de Montevideo. Y yo advertía el propósito noble de quien me trataba con una igualdad que sólo su generosidad podía establecer, haciendo hincapié en que lo nuestro sería una labor de equipo, con recíproco apoyo, razón por la cual en mis momentos de menor euforia admitía que era realmente una utopía. Me cuidaba de advertirle al maestro que no se esperanzara mucho en lo que podía significar mi apoyo hacia él, una manera de aceptar las posiciones que ocupábamos ambos.

Durante la estada en Montevideo, previo a la iniciación de nuestra tarea, para infundirme confianza, el gran relator me garantizaba que todo iba a salir bien dada mi condición de hombre de diario –Fioravanti era un hombre que exaltaba su admiración por el periodismo escrito- y solía decirme, lo hacía con una frecuencia más que significativa: Este es un trabajo de equipo. Usted me ayuda y yo lo ayudo.  Debo confesar  que en ese momento yo pensaba, sí, toda su ayuda, pero que no se hiciera muchas ilusiones con respecto a lo que yo podría llegar a ayudar a un hombre de su prestigio y su trayectoria.

Además lo conocí en una faceta totalmente distinta a la que se trasuntaba a través de sus trabajos profesionales, con un tremendo sentido de lo popular, con una tendencia a recordar sus años mozos, sus actuaciones en conjuntos de teatro de aficionados, su reiterada predisposición a la expresión tanguera y en definitiva algo que fue acumulándose con total y absoluta naturalidad hasta llegar a afianzar una amistad de la que siempre me sentí orgulloso.

(...)

Esto todo obviamente danzaba en la mente de quien se preocupaba por no estrujar ese telegrama y simplemente lo alisaba permanentemente para guardarlo como una verdadera reliquia cuyo mayor valor reside en constituirse en el testimonio de gente que a lo lejos estaba tratando de estimular a quien comenzaba una de las etapas más comprometidas, más difíciles pero también más tentadoras de una tarea profesional que sigue extendiéndose hoy, a 70 años del inicio.

 

[1]  29° Campeonato Sudamericano de Selecciones, hoy Copa América.

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