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Tapa Mario Trucco El deporte y la vida.jpg

 

PRESENTACIÓN

 

En los años 60 tuve un compañero de tareas, maquinista en la vieja rotroplana del diario El Trabajo, en la calle Jujuy entre Belgrano y Rivadavia, con quien disfrutaba largas charlas dentro y fuera del diario. Era un excelente maquinista, un lindo tipo, bastante mayor que yo, él ya tenía 24 años. Se llamaba José Luis. Fue él quien me contó una anécdota familiar que termina con una lacónica frase de tres palabras que he repetido incontables veces, especialmente cuando a algún amigo le está yendo bien en cualquier aspecto de la vida.

Contaba José Luis que el día en que su hermano, diez años mayor que él, a quien adoraba, fue convocado a trabajar en el diario La Mañana, llegó pletórico a la casa familiar, en el barrio La Juanita, y transmitió su alegría y sus esperanzas de manera verborrágica, como corresponde a un chiquilín de 17 años que ve cómo se abre para él un nuevo mundo.

El padre de ambos pronunció aquellas tres palabras, una especie de sentencia, que expresaba un deseo pero a la vez transmitía implícitamente un consejo:

  • Que te dure…

¡Y vaya si está durando! Siete décadas, por ahora, en las que Mario Trucco, el hermano de mi amigo, mi amigo ahora, nos transmitió su certera y cálida interpretación del deporte y la vida a través del papel, la radio, la televisión y ahora los libros.

Después de Mi Pueblo se llama Mar del Plata quedaba tanto por decir que Mario me propuso hacer paredes, unas cortas, otras largas –como ya verán- para dejar testimonio de muchas frescas alegrías y también algún recuerdo profundamente doloroso.

Surgieron de su memoria más de cien viñetas, anécdotas, lindas historias relacionadas con el deporte, especialmente el fútbol y el boxeo, pero también con figuras como Julián Centeya, China Zorrilla o Vicente Forte, y cálidas evocaciones relacionadas con su infancia y su adolescencia.

En el desarrollo del texto, el lector encontrará más de 300 nombres y apellidos, algunos reiterados por el propio peso de sus historias, como Adolfo Pedernera entre los futbolistas y Helmer Uranga entre los periodistas. También hay algunas palabras mucho más repetidas que otras. En ese sentido vale aclarar que entre las preocupaciones del editor, al menos en este caso, está la de ayudar al autor en pequeños detalles del texto, como por ejemplo la posible reiteración no deseada –otras veces se hace para reafirmar un concepto- de términos que pueden deslizarse en el dictado, método utilizado para este trabajo. El Word, el más común de los programas de texto, es suficiente: uno escribe una palabra en el buscador y rápidamente logra saber cuántas veces y dónde fue utilizada. En principio es una cuestión meramente técnica con la que se puede decidir el reemplazo de un término por otro que pertenezca al léxico habitual del autor, extraordinariamente amplio en este caso. Pero así como los algoritmos de internet son utilizados para descubrir quiénes somos, qué hacemos o qué color de zapatillas nos gustan, el sencillo trabajo de revisión de textos con el Word permite develar ciertos aspectos del “alma” de un libro. Cuando tipié la palabra amigo, un término irremplazable -porque conocido, compañero o camarada no tienen estatura de sinónimos- se me presentó 75 veces. Micrófono –que tanto significa en la vida del autor- se usó en 25 oportunidades, además de quedar reflejada en el arte de la portada, y le siguen aquellas palabras que denotan solidaridad, compañerismo, camaradería.

Por ahí anda este segundo libro de Mario Trucco, y su tono y su contenido no habrán de extrañar ni a veteranos que se encontrarán con algunos de sus propios recuerdos ni a jóvenes que podrán atesorarlo como un valioso material, muy especialmente si tienen vocación e interés por desarrollarse en los medios de comunicación, ahora con micrófonos mucho más pequeños y sofisticados que el que ilustra la portada, innumerables emisoras, nuevos canales de difusión y –eso sí- menos diarios.

Solidaridad, trabajo en conjunto, amigos, muchos de ellos de la infancia y del barrio pero muchos otros consolidados a través de su actuación en los medios marplatenses y nacionales, son los lugares por los que transita la prosa de Mario Trucco. Y también el verso al que se atreve al comienzo y al final (“hacer poesía desnuda al autor”), aunque allí la palabra que sobrevuela a ese mundo de amigos, compañerismo y solidaridad es un nombre de flor y de mujer de cuatro letras, escrito una sola vez, pero definitivamente: Rosa.

 

JOSÉ ANDRÉS SOTO

Editor

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