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Mar del Plata tiene
quien le escriba

Una de las tantas discrepancias que acompañan al periodismo, desde tiempos inmemoriales, es saber si en ese trabajo existe la objetividad; me inclino por la negativa. No obstante, creo que hay profesionales que controlan o reprimen pasiones, creencias, en busca de la verdad.

El introito sirve como aclaración: me cuesta hablar de Mario Antonio “Tito” Trucco: por él abracé el periodismo; crecí siguiendo su sentido de la ética, de la amistad y cuando tenía pantalones cortos, me indujo a descubrir la poesía de Almafuerte, Alfonsina y sugerirme con pretendida sutileza: ¿Leíste ‘Los Miserables’ de Víctor Hugo? ¿El Quijote? ¿Martín Fierro? “Hay un autor ruso que es un genio, Dostoievski; él escribió ‘Crimen y Castigo’…

No sólo eso, también me corrigió sin aparecer como maestro Siruelo; hoy, transcurridas varias décadas, podría recordar alguna de sus enseñanzas: la palabra “recién” se utiliza con participio pasado: recién comido, recién llegado; “que en la radio se lean noticias diciendo ayer pasó tal cosa”, es un disparate porque la radio es ahora, hoy, hace instantes. O lo correcto es escribir “de acuerdo con lo, en lugar de acuerdo a”.

José Andrés Soto, el editor de este libro, lo define como bardo, poeta de los antiguos celtas; yo creo que Trucco es, además de bardo, “charlista” (por su sentido del humor, seguramente, dirá que acudí a un artilugio para llamarlo “charlatán”) el personaje central de reuniones familiares, de amigos, el contador de cuentos, chistes o anécdotas.

Un viejo refrán asegura que hay que comer una bolsa de sal para conocer a las personas… Soy medio “charqui”…

José Andrés Soto también recuerda que Trucco trabajó con la flor y nata del periodismo argentino. ¿Por qué decidió retornar a su “querido Pueblo”?

Me animo a contestarlo: él se formó profesionalmente en una fragua que desapareció: la bohemia, la amistad, el vale a cuenta del sueldo, la vaquita para ayudar al necesitado, compañero o desconocido; la trasnochada, veladas de conversaciones y faso y vino tinto.

Los tiempos cambiaron; antes los periodistas eran contratados por las radioemisoras, agencias de publicidad o empresarios. Ahora cada uno tiene que pelear por su paga, conseguir avisos para mantener su puesto o pisar cabezas.

 

El serrucho cambió por la motosierra…

Tan es así que uno de los más afamados relatores de fútbol que dio el Río de la Plata, al término de una reunión con “la patronal”, tras discutir los contratos, le dijo, intrigado:

 

• Mario, nunca conocí a una persona como usted: jamás habla mal de sus compañeros, no trata de vender sus dotes profesionales utilizando zancadilla o repartiendo codazos.

Y esto, afirmado en el hotel Diplomático de México, tuvo un agregado: dirigiéndose a los contertulios, agregó:

 

• Cuando un lugar está ocupado, Trucco se ubica lejos y si hay posibilidades de una vacancia, no se postula, espera a que lo llamen…

Me resulta más fácil hablar de lo que otros dijeron de mi Amigo: Yiyo Arangio (relator de fútbol), “en esta profesión vos sos el único tipo al que le doy la espalda con total confianza”.

Un legendario intendente municipal de Mar del Plata (Jorge Raúl Lombardo), que conoció a Trucco cuando era adolescente y que asistió a su brillante carrera profesional, le dedicó el libro que acababa de editar: “A Mario Trucco, por haber logrado ser siempre Mario Trucco”

Además de excepcional periodista, comentarista de fútbol, boxeo, ciclismo, pelota a paleta (los deportes que más conoce) es gran tipo; una especie de D’Artagnan en medio de la batalla campal donde prevalecen puñales, gas pimienta, la 45 o las escopetas…

 

Tuve la distinción de trabajar con él en distintos emprendimientos periodísticos. Cito uno: allá por la década del 60 cumplimos los roles de periodistas, fotógrafos, editores, canillitas, etcétera, de uno de los primeros periódicos gratuitos que se repartieron en las calles argentinas. Se llamó Domingo.

“Todo el personal éramos cinco”; nosotros dos; la impresión en una antigua roto plana, (un poco mejor que los mimeógrafos con stencil), estaba a cargo de un hermano de Mario, José Luis Trucco; linotipista y tipógrafo, eran dos hermanos, los Bacci.

Una noche, como en las películas estadounidenses, nos entregaron el primer ejemplar para supervisarlo.

Fijé la vista en un recuadrito que contenía el “juego de los 7 errores” y alarmado le comuniqué a Trucco: Mario ¡hay que parar la impresión porque descubrí mucho más que siete errores…( Nos habíamos atrasado y ya no había tiempo para correcciones…)

Trucco, con una sonrisa, sugirió: “Y… pone siete errores o múltiplo de siete…”

 

Mantiene la excepcional rapidez mental …

 

Tanto bla, bla, y no hable del libro, ni de la faceta natural de historiador, del evocador que vio crecer y desarrollar a “su pueblo”, describiendo la fitogeografía y rescatando vecinos y personajes.

Sólo puedo adelantar alguno de los párrafos que me conmovieron. Por ejemplo, cuando narra el diálogo con su madre, quien con gesto maternal le da una lección que le acompañará durante toda su vida. El remate, “deshacé la carpeta”, emociona profundamente.

Los miles de marplatenses que lo conocen desde hace muchos años, seguramente, irán leyendo párrafos y, cerrando los ojos, evocarán la voz melodiosa, llena de matices, con pausas que invitan a conocer, de primera mano, la historia de Mar del Plata…

Quienes lo descubran por este libro, conocerán una Mar del Plata que desapareció, pero quedó grabada, como una fotografía, en la mente de un escritor que aprendió a quererla recorriendo desde los andurriales al brillo y el lujo de los grandes hoteles y residencias que albergaron a los turistas ricos.

Pero, al llegar al punto final, el lector descubrirá dos cosas:

Primero, el prologuista dominó sus sentimientos y, quizás, fue medio “pijotero”; Segundo, Trucco confirma, una vez más, lo acertado de la frase de León Tolstoi: “Pinta tu aldea y pintarás el mundo…”

Conclusión: Contrariamente al coronel de García Márquez, Mar del Plata sí tiene quien le escriba…

 

OSCAR GASTIARENA

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